Graham McKenna, con ambas manos hundidas en los bolsillos de la cazadora de pana, dio una vuelta sobre sí escrutando a su alrededor con ojos inquisitivos, cual si buscase un detalle que inicialmente le hubiera pasado desapercibido. Junto a él, su compañero Dustin Howard, también sargento de la Brigada de Homicidios y con el que formaba equipo, murmuró: —El fulano estaba en pelotas. ¿Es que ya no se estila el pijama para acostarse?
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Graham McKenna, con ambas manos hundidas en los bolsillos de la cazadora de pana, dio una vuelta sobre sí escrutando a su alrededor con ojos inquisitivos, cual si buscase un detalle que inicialmente le hubiera pasado desapercibido. Junto a él, su compañero Dustin Howard, también sargento de la Brigada de Homicidios y con el que formaba equipo, murmuró: —El fulano estaba en pelotas. ¿Es que ya no se estila el pijama para acostarse?